¿Qué es un ensayo?
El ensayo
es un texto en prosa de extensión moderada que consiste en la reflexión sobre
un tema desde un punto de vista subjetivo y personal, por eso se escribe en
primera persona.
El ensayo
literario, a diferencia del científico o académico, omite las fuentes o la documentación,
ya que lo más importante no es la comprobación empírica de la información sino
cómo el ensayista los interpreta, los plantea y desde qué perspectiva los
considera.
La estructura externa del ensayo incluye tres
partes: introducción (plantea las preguntas y los aspectos del tema que se
tratará), el desarrollo y la conclusión (resumen de la idea central).
La organización de las ideas puede ser:
·
Inductiva: se parte de un ejemplo concreto o una situación individual
para llegar a una idea general.
·
Deductiva: parte de un concepto general o de una definición de la cual
se va recortando la idea que servirá de tesis.
Además de la organización estructural, las
ideas dentro del texto pueden progresar según un orden cronológico (se
distribuyen según un criterio temporal) , comparativo o de causa- efecto(presentan
las razones y consecuencias de una idea). Incluso entro de un mismo texto,
pueden combinarse estos tres órdenes.
La intención principal de Aguafuertes Porteñas es el análisis y comentario de los cambios que va sufriendo Buenos Aires. Constamente pone en cuestión la idea de progreso con un componenteexistencialista. Por ejemplo, en uno de estos Aguafuertes trata la generalización de la luz eléctrica en la ciudad y duda de su utilidad por no ayudar directamente al entendimiento.
Más información: http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=103556
Ensalzaré
con esmero el benemérito "fiacún".
EL
ORIGEN DE ALGUNAS PALABRAS DE NUESTRO LEXICO POPULAR
Yo,
cronista meditabundo y aburrido, dedicaré todas mis energías a hacer el elogio
del "fiacún", a establecer el origen de la "fiaca", y a
dejar determinados de modo matemático y preciso los alcances del término. Los
futuros académicos argentinos me lo agradecerán, y yo habré tenido el placer
de haberme muerto sabiendo que trescientos sesenta y un años después me
levantarán una estatua.
No
hay porteño, desde la Boca a Núñez, y desde Núñez a Corrales, que no haya dicho
alguna vez:
-Hoy
estoy con "flaca".
O
que se haya sentado en el escritorio de su oficina y mirando al jefe, no
dijera:
-¡Tengo
una "fiaca"!
De
ello deducirán seguramente mis asiduos y entusiastas lectores que la
"fiaca" expresa la intención de "tirarse a muerto", pero
ello es un grave error.
Confundir
la "fiaca" con el acto de tirarse a muerto es lo mismo que confundir
un asno con una cebra o un burro con un caballo. Exactamente lo mismo.
Y
sin embargo a primera vista parece 'que no. Pero es así. Sí, señores, es así.
Y lo probaré amplia y rotundamente, de tal modo que no quedará duda alguna
respecto a mis profundos conocimientos de filología lunfarda.
Y
no quedarán, porque esta palabra es auténticamente genovesa, es decir, una
expresión corriente en el dialecto de la ciudad que tanto detestó el señor Dante
Alighieri.
La
"fiaca" en el dialecto genovés expresa esto: "Desgano físico originado
por la falta de alimentación momentánea". Deseo de no hacer nada.
Languidez. Sopor. Ganas de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo.
Deseos de dormir como los durmientes de Efeso durante ciento y pico de años.
Sí,
todas estas tentaciones son las que expresa la palabreja mencionada. Y algunas
más.
Comunicábame
un distinguido erudito en estas materias, que los genoveses de la Boca cuando
observaban que un párvulo bostezaba, decían: "Tiene la 'fiaca' encima,
tiene". Y de inmediato le recomendaban que comiera, que se alimentara.
En
la actualidad el gremio de almaceneros está compuesto en su mayoría por
comerciantes ibéricos, pero hace quince y veinte años, la profesión de
almacenero en Corrales, la Boca, Barracas, era desempeñada por italianos y casi
todos ellos oriundos de Génova. En los mercados se observaba el mismo
fenómeno. Todos los puesteros, carniceros, verduleros y otros mercaderes
provenían de la "bella Italia" y sus dependientes eran muchachos
argentinos, pero hijos de italianos. Y el término trascendió. Cruzó la tierra
nativa, es decir, la Boca, y fue desparramándose con los repartos por todos los
barrios. Lo mismo sucedió con la palabra "manyar" que es la
derivación de la perfectamente italiana "mangiar la lollia", o sea
"darse cuenta".
Curioso
es el fenómeno pero auténtico. Tan auténtico que más tarde prosperó este otro
término que vale un Perú, y es el siguiente: "Hacer el rosto".
¿A
que no se imaginan ustedes lo que quiere decir "hacer el rosto"? Pues
hacer el rosto, en genovés, expresa preparar la salsa con que se condimentarán
los tallarines. Nuestros ladrones la han adoptado, y la aplican cuando después
de cometer un robo hablan de algo que quedó afuera de la venta por sus
condiciones inmejorables. Eso, lo que no pueden vender o utilizar
momentáneamente, se llama el "rosto", es decir, la salsa, que
equivale a manifestar: lo mejor para después, para cuando haya pasado el
peligro.
Volvamos
con esmero al benemérito "fiacún".
Establecido
el valor del término, pasaremos a estudiar el sujeto a quien se aplica. Ustedes
recordarán haber visto, y sobre todo cuando eran muchachos, a esos robustos
ganapanes de quince años, dos metros de altura, cara colorada como una manzana
reineta, pantalones que dejaban descubierta una media tricolor, y medio zonzos
y brutos.
Esos
muchachos eran los que en todo juego intervenían para amargar la fiesta, hasta
que un "chico", algún pibe bravo, los sopapeaba de lo lindo
eliminándoles de la función. Bueno, esos grandotes que no hacían nada, que
siempre cruzaban la calle mordiendo un pan y con un gesto huido, estos
"largos" que se pasaban la mañana sentados en una esquina. o en el
umbral del despacho de bebidas de un almacén, fueron los primitivos
"fiacunes". A ellos se aplicó con singular acierto el término.
Pero
la fuerza de la costumbre lo hizo correr, y en pocos años el "fiacún"
dejó de ser el muchacho grandote que termina por trabajar de carrero, para
entrar como calificativo de la situación de todo individuo que se siente con
pereza.
Y,
hoy, el "fiacún" es el hombre que momentáneamente no tiene ganas de
trabajar. La palabra no encuadra una actitud definitiva como la de
"squenun", sino que tiene una proyección transitoria, y relacionada
con este otro acto. En toda oficina pública o privada, donde hay gente
respetuosa de nuestro idioma, y un empleado ve que su compañero bosteza,
inmediatamente le pregunta:
-¿Estás
con "fiaca"?
Aclaración.
No debe confundirse este término con el de "tirarse a muerto", pues
tirarse a muerto supone premeditación de no hacer algo, mientras que la
"fiaca" excluye toda premeditación, elemento constituyente de la
alevosía según los juristas. De modo que el "fiacún" al negarse a
trabajar no obra con premeditación, sino instintivamente, lo cual lo hace digno
de todo respeto.
Para seguir leyendo: www.citerea.com.ar/ex-libris/Aguasfuertes%20Arlt.doc